El Conjuro 4: ¿Es realmente el caso Smurl?
¿Te acuerdas de esa noche en que viste «El Conjuro» por primera vez y no pudiste dormir?
Yo sí. Tenía 19 años, vivía en un piso viejo de Valencia y, después de ver a Lorraine Warren entrando en ese sótano húmedo, pasé la noche entera con la luz del baño encendida. Esa película me marcó. No porque fuera especialmente sangrienta (que no lo era), sino porque se vendía como “basada en hechos reales”. Los Warren, los Smurl, los Perron… todos esos nombres se me quedaron grabados como si yo mismo hubiera estado allí.
Por eso, cuando anunciaron «El Conjuro 4: Últimos Ritos» y empezaron a circular rumores de que esta vez sí, que esta vez era el caso de la familia Smurl, el corazón me dio un vuelco. ¿En serio? ¿La casa de Pensilvania, el demonio que violaba al padre, los golpes en las paredes, el exorcismo que duró años? ¿Esa pesadilla absoluta iba a llegar a la gran pantalla?
Pues… agárrate. Porque la verdad duele más que cualquier jumpscare.
Primero, repasemos rápido qué pasó realmente con la familia Smurl (porque esto no lo cuenta nadie bien)

Corre el año 1974. Jack y Janet Smurl, junto a sus cuatro hijos y los abuelos de Jack, se mudan a una casa adosada en West Pittston, Pensilvania. Todo normalito, ¿no? Hasta que empiezan los ruidos. Golpes. Olores a podrido. Luego las cosas se ponen… raras de verdad.
El testimonio más brutal: Jack Smurl afirmó que una entidad invisible lo violó sexualmente en varias ocasiones. Sí, lo leíste bien. Lo dijo en televisión nacional, en los 80, cuando eso era literalmente impensable. La entidad también atacó a Janet, arañó a los niños, tiró a la abuela por las escaleras y hasta levitó al perro. El caso duró 13 años. Trece.
Los Warren llegaron en 1986. Ed y Lorraine declararon que había cuatro espíritus: tres humanos y un demonio poderoso. Intentaron tres exorcismos. El último, en 1987, lo ofició el obispo Robert McKenna (un obispo cismático, eso sí, porque la diócesis de Scranton se negó a ayudar). Los Smurl dijeron que después de eso se fueron las manifestaciones… pero nunca volvieron a la casa.
El libro «The Haunted» (1988) y el telefilme de 1991 con Jeffrey DeMunn y Sally Kirkland convirtieron el caso en leyenda urbana. Yo vi esa peli de crío en Antena 3 una noche de verano y, madre mía, todavía me da escalofríos el momento del sótano inundado de sangre negra.
Ahora sí: ¿«El Conjuro 4: Últimos Ritos» es realmente el caso Smurl?
Oficialmente… no. New Line Cinema y Warner lo presentaron como “un nuevo caso de los archivos Warren”. Punto. Ni una palabra sobre los Smurl. Pero vamos, que nos conocemos.
En el tráiler vemos: una casa adosada (check), una familia grande con abuelos (check), levitación de objetos, olor a azufre, agresiones sexuales demoníacas (sí, hay una escena bastante explícita), y hasta un exorcismo que falla estrepitosamente. ¿Casualidad? ¡Por favor!
El guionista David Leslie Johnson-McGoldrick (que ya escribió las dos anteriores) ha dicho en entrevistas que «querían hacer algo más oscuro, más personal, más… incómodo». ¿Te suena? Porque el caso Smurl es, precisamente, el más incómodo de todo el expediente Warren. Los propios Warren decían que era peor que Amityville.
Además, el título: «Últimos Ritos». En el caso real, el último exorcismo se llamó exactamente así: “los últimos ritos”. ¿En serio, chicos? ¿En serio?
Lo que SÍ toma la película del caso real (y lo que cambia para que no demanden)
Tomemos nota, porque aquí está la gracia:
- La casa es prácticamente idéntica: adosada, dos plantas, porche pequeño.
- Hay una escena en que el demonio “toca” al padre mientras duerme. No es tan gráfica como el testimonio real (obvio), pero está ahí.
- El abuelo sufre un ataque cardíaco provocado por el demonio, igual que Dawn Smurl (la abuela).
- Aparece un sacerdote que no pertenece a la diócesis oficial… ¿te suena el obispo McKenna?
Pero luego cambian nombres, mezclan detalles del caso de los Snedeker (el de «The Haunting in Connecticut») y añaden inventos varios. Porque claro, si fueran 100% fieles, la película sería NC-17 y medio mundo la cancelaría por lo de las agresiones sexuales. Hollywood sigue teniendo sus límites, aunque cada vez menos.
Yo lo entiendo. De verdad. Pero como fan… me da rabia. Porque el caso Smurl es tan brutal, tan humano y tan terroríficamente real que merecía una adaptación valiente. No este “inspirado en” con olor a miedo corporativo.
¿Y si te digo que los Smurl siguen vivos y nunca han dado permiso oficial?
Pues eso. Jack Smurl falleció en 2019, pero Janet y los hijos siguen por ahí. Y según foros de parapsicología (sí, sigo metido en esos antros de internet desde los 2000), la familia nunca firmó nada con Warner. Ni un duro. Los Warren ya no están para reclamar derechos, así que la productora se aprovecha del vacío legal.
Es el mismo truco que usaron con «El Conjuro 2» y el Enfield Poltergeist: cambiar lo justo para que no te demanden, pero mantener el 80% real para vender la etiqueta “basado en hechos reales”. Me parece… feo. Muy feo.
(Sí, lo dije. Que me caiga el hate de los fans de James Wan si quieren).
Entonces, ¿vale la pena verla o es puro opportunismo?
Mira, yo la vi en preestreno y salí con el estómago revuelto. No por los sustos (que los hay, y buenos), sino porque cada vez que veía una escena que sabía que era real, me ponía a pensar en Jack y Janet Smurl llorando en su salón mientras el demonio les destrozaba la vida.
La película funciona como terror. Punto. Vera Farmiga y Patrick Wilson están en modo automático, pero funcionan. Hay un par de secuencias (la del espejo y la del sótano inundado) que son puro oro. Pero como “basada en hechos reales”… es una tomadura de pelo con todas las letras.
Si vas al cine buscando sustos y palomitas, adelante. Si vas buscando respeto por una familia que lo pasó fatal… mejor te quedas en casa y lees «The Haunted» original. O ves el telefilme del 91, que aunque tenga efectos cutres, al menos no disfraza la verdad.
Y ahora te pregunto a ti, que estás leyendo esto a las tantas de la madrugada…
¿Hasta dónde estamos dispuestos a tragarnos el “basado en hechos reales” cuando sabemos que Hollywood retuerce la realidad como quiere? Yo ya no sé si enfadarme o simplemente aceptar que el terror moderno necesita esa etiqueta para vender entradas.
Lo que sí sé es que cada vez que paso por delante de una casa adosada vieja, pienso en los Smurl. En lo que vivieron. En lo que nunca nadie les creyó del todo. Y me da mucha, mucha pena.
Quizás la próxima vez que veamos «El Conjuro 5» (porque habrá quinta, claro), recordemos que detrás de cada jumpscare hay gente que no eligió vivir una película de terror. Gente que simplemente quería dormir tranquila.
¿Tú qué opinas? Cuéntame en comentarios si crees que deberían haber sido más valientes… o si, al final, esto es solo cine y ya está. Yo, mientras tanto, voy a dejar la luz del baño encendida. Por si acaso.







